CHOQUE GENERACIONALEl choque generacional siempre ha existido, pero hoy en día es más fuerte que nunca. En el pasado, los cambios culturales, tecnológicos y sociales avanzaban a un ritmo mucho más pausado. Un abuelo y su nieto podían compartir costumbres, valores e incluso formas de vida bastante similares. Claro, había diferencias, pero la evolución de la sociedad no rompía por completo el vínculo entre generaciones.
Ahora, en cambio, la velocidad del cambio es brutal. Lo que un bisabuelo vivió en su juventud y lo que experimenta su bisnieto no tienen absolutamente nada que ver. Un bisabuelo pudo haber crecido sin electricidad en casa, sin televisión, sin acceso a educación masiva, sin internet, sin globalización. Su nieto o bisnieto, en cambio, vive hiperconectado, con una tecnología que cambia cada pocos años, una cultura en constante evolución y una forma de comunicarse completamente distinta.
Este desfase crea brechas que antes no existían con tanta intensidad. La diferencia no es solo en gustos o valores, sino en la forma en la que entendemos el mundo. Un adolescente de hoy no solo tiene otra forma de hablar, de consumir contenido o de relacionarse con la sociedad; también crece con un conjunto de valores y experiencias que para un abuelo pueden resultar completamente ajenos, incluso incomprensibles.
Antes, el abuelo podía enseñarle al nieto las mismas herramientas con las que él mismo había aprendido a vivir. Hoy, muchos abuelos se sienten descolocados porque la vida moderna no se parece en nada a la que ellos conocieron. Y al revés, los más jóvenes sienten que sus mayores no pueden entender su realidad porque simplemente no han crecido en un mundo como el suyo.
El resultado es que el choque generacional se ha convertido en una fractura más profunda que en cualquier otro momento de la historia. No es solo una cuestión de edad, sino de mundos que avanzan a velocidades completamente distintas.
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