Galdós regresa al teatro Español
POR JULIO BRAVO
MADRID. Sara Casasnovas ha pasado página de aquel desagradable incidente en el que se vio envuelta hace justamente un año, cuando un admirador perturbado la atacó con una ballesta a la salida del teatro donde representaba «La noche de la iguana». Enterrado el episodio -«me fui a la montaña y desconecté del mundo», dice-, ha vuelto a los escenarios. Hace unas semanas estrenó en Las Palmas de Gran Canaria una nueva producción de «Electra», de Pérez Galdós, que llega ahora al teatro Español. «Me hace una ilusión especial actuar en este teatro -reconoce la actriz gallega-, sobre todo pensando que esta obra se estrenó aquí, en el Español, en 1901, y que hace más de un siglo que no se representaba».
La libertad de conciencia, dice Sara Casasnovas en consonancia con su director, Ferrán Madico, late en el texto de esta función que, reconoce la actriz, «ha quedado algo alejada de la realidad. Por eso los personajes se presentan como símbolos».
De Electra, su personaje, dice que «es una niña-mujer que se escuda en la fantasía de su infancia para rehusar los problemas... Su madre fue una mujer libertina que fue repudiada por los suyos, y ella siente ese rechazo en sí misma. Por eso se aferra a su mundo infantil, a sus muñecas; se quiere redimir del daño que hizo su madre, que se le aparece y con la que habla como Hamlet con el fantasma de su padre».
A Electra, sigue Sara Casasnovas, la ha buscado a través de todas «sus aristas, de los muchos recovecos por los que fluye, desde su vulnerabilidad hasta su fortaleza. Es un personaje que va en busca de su libertad, y el montaje da finalmente un giro -que no afecta al texto, sino sólo a la puesta en escena- que manifiesta esa libertad de la mujer».
La «juventud y lozanía radiante de Electra -explica Ferrán Madico- desata los deseos de dominación de diferentes varones próximos a la familia. Algunos de ellos tuvieron trato íntimo con Eleuteria, la madre de Electra, y por ello entienden que son el padre natural de la muchacha. El agente de bolsa, Cuesta, y Pantoja, el asesor espiritual de Evarista, intentarán proteger a Electra y decidir su destino».
Y es que la apariencia, insiste Sara Casanovas, flota sobre toda la función. La familia que acoge a Electra pertenece a la clase alta, son nuevos ricos que quieren ofrecer una buena imagen, especialmente desde un punto de vista religioso. Ahí, dice la actriz, «entra en conflicto con la libertad de la mujer».
Y es que la obra fue en su época un acontecimiento que excedió lo teatral para invadir el ámbito social y político. Lo cuenta Francisco Nieva: «La plaza de Santa Ana, aquella noche de 1901, se puebla de sombreros de copa, de hongos y de gorras. Un eufórico escándalo. Periódicos que arden, como improvisadas antorchas. Un barullo fenomenal. Por la calle del Príncipe, un reguero de sombras animadas lleva en triunfo a don Benito Pérez Galdós, tan satisfecho como inquieto y turbado por la repercusión pública de su obra. Ha suscitado casi una revolución, que produce una crisis política y hace cambiar por entero el gabinete ministerial de Sagasta. Al cual se designó «gabinete Electra»».
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