Miguel Ángel Gómez Martínez puso el broche final a la temporada de la Orquesta Sinfónica de Madrid
Ciclos musicales de la Comunidad. Orquesta Sinfónica de Madrid (Director: Miguel Ángel Gómez-Martínez). Solista: Ara Malikian (violín). Sala Sinfónica del Auditorio. Madrid.
Con un bonito programa (obra española actual, europea contemporánea y orquestal romántica básica de un repertorio), puso su broche a la temporada 2000-2001 la veteranísima Sinfónica de Madrid dentro de los Ciclos musicales de la Comunidad madrileña. Agradezcamos, sinceramente, la inclusión de la pantomima que, siguiendo un asunto de Jean Cocteau, puso en música Darius Milhaud —bien pudo ser al revés—, prolífico compositor francés que es preciso conocer más y mejor. «El buey sobre el tejado», con un entretenido asunto, tiene su versión para violín y orquesta (plantilla no muy numerosa, pero utilizada con asombrosa inteligencia) y, en su duración del cuarto de hora aproximado, nos ha traído un ejemplo del politonalismo «redentor» para tantos compositores. Escuchando esta página, apoyada en un giro de danza brasileña muy conocido, uno puede darse cuenta a la perfección de lo que, además, puede significar una liberación que permite admitir todo, o casi todo, en la persecución del total artístico.«Le boueuf sur le toit» es un magnífico ejemplo de lo anterior, y su autor, con su libre albedrío, consigue una composición divertidísima y ¿qué duda cabe? interesante; y esto ocurría hace ya más de ochenta años... Nuestro Tomás Marco, en su «Propina», bastante más cercana en el tiempo, puesto que es, podríamos decir, de ahora, curiosamente, en un similar espacio de tiempo, divide en cuatro secciones sus pentagramas y se deleita con giros sueltos que actúan como ejes vertebrales de tales momentos, sobresaliendo en el espectacular «pizzicato» y en el sesgo humorístico de orquesta suelta; quizá lo repetitivo aparezca en exceso o las escalas y arpegios, así queridos contrasten por su desnudez, pero el volver a escuchar «Propina», aquella libertad de Milhaud, resulta pueril. La segunda parte la llenó la «Sinfónica fantástica», de Berlioz, soberana lección compositiva para toda época, pieza fundamental de la historia de la música. La hizo pulcramente, con predilección simétrica antes que romántica, el granadino Gómez-Martínez, asimismo magnífico timonel en las obras de Marco y Milhaud, cuya inclusión se aplaude por logradas. Los profesores de nuestra querida Sinfónica, espléndidos, y nada digamos de la soberbia labor del violinista libanés, Ara Malikina: no se puede hacer mejor su parte endiablada de «El buey sobre el tejado».
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